Información de uno mismo
Una de las premisas de la psicología social es que las personas categorizamos la información. A través de esta categorización, creamos y aplicamos el conocimiento que almacenamos en forma de esquemas. Esto se aplica también a la información sobre uno mismo. Sin embargo, este aspecto es muy complejo y hay diversas aproximaciones y teorías para explicarlo.
Autoconcepto
El autoconcepto se refiere a la idea o imagen que cada persona posee de sí misma. Aunque existe un autoconcepto global, éste está integrado por autoconceptos más específicos.
Epstein (1973), tras una revisión de las diferentes definiciones aparecidas hasta la fecha, destacó, entre otras, las siguientes características definitorias del autoconcepto:
- Multidimensionalidad: es una realidad compleja, integrada por diversos autoconceptos más concretos, como el físico, social, emocional y académico. Cada uno de los cuales se dividiría a su vez en subdominios o dimensiones de mayor especificidad
- Es una realidad dinámica que se modifica con la experiencia.
- Se desarrolla a partir de las experiencias sociales, especialmente con las personas significativas.
- El autoconcepto es la clave para la comprensión de los pensamientos, sentimientos y conductas de las personas.
Una de las teorías más desatacadas sobre la multidimensionalidad del autoconcepto fue propuesta por Shavelson, Hubner y Stanton (1979). Esta teoría plantea las siguientes premisas sobre el autoconcepto:
- El autoconcepto está estructurado y organizado, esto eso, las personas categorizan la información acerca de sí mismas y establecen relaciones entre ellas. Como veremos más adelante, esta información se almacena en base a autoesquemas.
- La estructura multidimensional es además jerárquica, las facetas más específicas se encuentran en la base y la general en el ápice.
- El autoconcepto varía en estabilidad según el nivel jerárquico, siendo el autoconcepto general más estable, mientras que las facetas específicas dependen en mayor medida de las situaciones concretas.
- El autoconcepto tiene un carácter evolutivo, se desarrolla a medida que avanza la edad.
El autoconcepto es el aspecto descriptivo de la cognición social de uno mismo. Es decir: como la capacidad del individuo para pensar sobre sí mismo. Sin embargo, también hay un componente evaluativo, que se llama autoestima.
Aunque el autoconcepto general tiende a ser estable, los autoconceptos más específicos pueden ser modificados a lo largo de la experiencia.
En la adquisición del autoconcepto son importantes tanto la autoconciencia (esto es, el hecho de tomarnos a nosotros mismos como objeto de atención) como el autoconocimiento (adquirir conocimiento acerca de cómo somos), que explico a continuación:
Autoconciencia (Conciencia de uno mismo)
Duval y Wicklund (1972) definieron la autoconciencia como una autoconciencia objetiva: un estado en el cuál las personas piensan sobre sí mismas de forma similar a cómo lo harían con cualquier otro objeto.
Carver y Scheirer (1981) distinguieron dos facetas dentro de la autoconciencia
- La autoconciencia privada (private self): pensamientos, sentimientos y actitudes de la persona. Da lugar a conductas orientadas a alcanzar objetivos y estándares internalizados.
- La autoconciencia pública (public self): cómo creemos que nos ven las otras personas. Nos orienta a presentarnos ante los demás de una forma favorable y positiva
Autoconocimiento (Conocimiento de uno mismo)
El autoconocimientos es la comprensión de cómo es uno mismo y cómo son nuestras propias metas y habilidades. En el proceso de autoconocimiento hay dos procesos: la obtención de información sobre uno mismo, y la organización de esta información.
Los autoesquemas
El autoconcepto está formado por un gran número de autoesquemas, lo cual es congruente con la perspectiva multidimensional. Los autoesquemas influyen en nuestra forma de procesar la información y en la manera en que nos comportamos.
En lugar de crear autoesquemas para todos los aspectos de nuestra persona, sólo tendemos a crear autoesquemas en aquellas dimensiones que son importantes para nosotros, en las que destacamos, o cuando estamos seguros de que no poseemos las características contrarias (Markus, 1977).
Las personas adquirimos autoconocimiento de diferentes formas: comparando la idea que tenemos de nosotros con cómo creemos que debemos ser o cómo nos gustaría ser; atribuyendo nuestro comportamiento a características disposicionales internas; o comparándonos con otras personas de nuestro mismo grupo. A continuación, explico varias de las teorías.
Organización de la información
Teoría de la autodiscrepancia
Propuesta por Higgns (1987), sugiere la existencia de tres tipos de autoconcepto:
- El yo real: que hace referencia a cómo las personas somos en realidad.
- El yo ideal: que se refiere a cómo nos gustaría ser.
- El yo esperado: que se refiere a cómo pensamos que deberíamos ser.
Las personas estamos fuertemente motivadas para mantener coherencia entre estos autoconceptos. a falta de resolución de la discrepancia entre el yo real y el yo ideal genera emociones relacionadas con el abatimiento y la tristeza, mientras que la discrepancia entre el yo real y el yo esperado provoca emociones como la ansiedad o la inquietud.
Teoría del enfoque regulatorio
También propuesta por Higgins (1998), es una evolución de la teoría de la autodiscrepancia. Según esta teoría, las personas poseemos dos sistemas autorregulatorios:
- Sistema de promoción: cuyo objetivo es alcanzar las metas personales. Este sistema genera emociones positivas o negativas en función de la consecución o el fracaso.
- Sistema de prevención: cuyo objetivo es cumplir con las obligaciones personales. Este sistema genera emociones positivas o negativas en función del cumplimiento de las obligaciones.
El uso de sistemas de promoción o de prevención puede depender tanto del contexto como de las diferencias individuales que se desarrollan durante la infancia.
Teoría de la autoperceción
Según esta teoría, propuesta por Bem (1972), obtenemos conocimiento sobre nosotros mismos realizando inferencias sobre nuestra propia conducta. Es decir, del mismo modo que realizo atribuciones sobre la conducta de los demás, también inferimos las causas de nuestra propia conducta. A estas inferencias, Bem las llama atribuciones disposicionales internas.
Según esta teoría, las personas hacen más atribuciones internas cuanto menores sean las recompensas o castigos. Es decir: si no hay factores externos a los que se puede atribuir una conducta, tenemos a atribuirla más a nuestra persona.
Teoría de la comparación social
Según esta teoría, propuesta por Festinger (1954) obtenemos conocimiento sobre nosotros mismos comparándonos con los demás. Un aspecto a destacar de esta teoría es la existencia de dos tipos de comparaciones:
- Comparación ascendente: comparación con personas que poseen características más positivas que las nuestras.
- Comparación descendente: comparación con personas que poseen características más negativas que las nuestras.
El efecto de la comparación social se comprobó en un estudio realizado por Medvec, Madley y Gilovich (1995), que observaron que los ganadores de medallas de bronce mostraban expresiones de mayor satisfacción que los ganadores de medallas de plata. Los que habían obtenido la plata se veían en cierto modo forzados a realizar comparaciones ascendentes con los ganadores del oro, mientras que los ganadores del bronce se comparaban con todos los que no habían llegado al podio.
Teoría del yo especular
Esta teoría no goza de demasiada credibilidad ni evidencia favorable. La teoría dice que las personas construimos nuestro autoconcepto de forma congruente a cómo nos ven los demás, como si estuviésemos viéndonos en un espejo.
Por otro lado, la evidencia de Shrauger y Schoeneman (1979) señala que no tendemos a vernos como otros nos ven, sino como creemos que otros nos ven.
De cualquier manera, Ichiyama (1993) encontró datos a favor de la idea de que en realidad se produce un efecto contrario que es la valoración que hace la persona de sí misma la que influye en cómo cree que le ven los demás, y no al contrario.
Motivaciones para el autoconocimiento
Los psicólogos sociales han identificado 3 motivos principales por los que las personas nos sentimos motivadas a buscar autoconocimiento:
- Autoensalzamiento
- Autoverificación
- Autoevaluación
Entre todos ellos, Sedikides (1993) encontró en una serie de experimentos que la motivación de autoensalzamiento es la más importante, seguida por la autoverificación y, en tercer lugar, la autoevaluación.
Autoevaluación
Es la motivación para buscar información nueva acerca de nosotros mismos con el fin de descubrir cómo somos en realidad. De acuerdo a esta motivación, prestamos atención tanto la información negativa como la positiva.
Autoverificación
Es la motivación para buscar información que verifique y confirme lo que ya sabemos acerca de nosotros mismos.
Según Swann et al (2003), esta búsqueda de coherencia se puede realizar de dos formas diferentes:
- Utilizando estrategias conductuales: relacionandonos con personas de forma selectiva, emitiendo posturas de forma deliberada o aumentando el esfuerzo por conseguir información autoverificadora.
- Utilizando estrategias cognitivas: atendiendo de forma selectiva, recordando de forma selectiva o interpretando de forma selectiva la informacion que confirma el autoconcepto.
Autoensalzamiento
Es la motivación de obtener y evaluaciones positivas sobre nosotros mismos, incluso aunque éstas no estén basadas en la realidad. Esta motivación ha demostrado ser la más imperante en algunos estudios, incluyendo el antes mencionado estudio de Sedikides.
Esta motivación está recogida claramente en la Teoría del autoensalzamiento de Shrauger (1975). En la misma línea, se encuentra la Teoría de la autoafirmación (Steele, 1988), que sugiere que cada persona se esfuerza por afirmar sus aspectos positivos, tratando de mostrar una imagen global positiva, principalmente cuando algún aspecto del autoconcepto se ha visto dañado.
Un estudio de Harré et al (2005) planteaba a partipantes de todo tipo preguntas sobre si hacían cosas mejor que la media. Más del 60% respondió que hacía cosas mejor que la media; algo que es matemáticamente imposible.
Relacionado con esto, las personas también exiben un optimismo poco realista (Weinstein, 1980), ya que tienden a creer que para ellas será más probable experimentar situaciones positivas, y menos probable experimentar situaciones negativas, en comparación con personas similares.
Hogg y Vaughan (2010) señalan algunas de las estrategias que utilizan las personas para el autoensalzamiento:
- Percibir como positivos rasgos ambiguos que definen el yo.
- Percibir los defectos como atributos humanos ampliamente compartidos, mientras que las cualidades se perciben como distintivas y exclusivas.
- Tender a considerar que las críticas son fruto de prejuicios.
- Olvidar la información sobre el fracaso más fácilmente que la información sobre el éxito.
- Aceptar los elogios de forma acrítica y recibir las críticas con reticencias.
- Reconocer los éxitos y negar la culpa de los fracasos.
Identidad social
Teoría de la identidad social (Tajfel, 1972)
La información sobre uno mismo no depende sólo de la información sobre uno mismo, también depende de la información sobre los grupos sociales a los que pertenecemos. Con esto en cuenta, podríamos considerar que hay dos clases de identidad:
- Identidad personal: autoconocimiento en términos de rasgos personales o relaciones interpersonales.
- Identidad social: autoconocimiento en términos de pertenencia a grupos.
Por lo tanto, una parte de nuestro autoconocimiento proviene de la pertenencia a grupos sociales, junto con la información sobre estos grupos, y el significado emocional y la valoración que damos a dicha pertenencia (Tajfel, 1981).
En esto se basa la Teoría de la identidad social, que tiene sus orígenes en los trabajos de Tajfel sobre la autocategorización.
La categorización es un proceso cognitivo mediante el cual agrupamos estímulos que muestran características similares con la finalidad de hacer la percepción de nuestra realidad social más simple y eficiente.
Como resultado de la categorización, se produce un realzamiento de las características que comparten los estímulos de una misma categoría, y las diferencias con los estímulos de otras categorías.
La teoría de la identidad social combina dos ideas: la categorización y la Teoría del autoensalzamiento, sugiriendo que las personas tendemos a pertenecer a grupos y a proteger o aumentar la estima de dichos grupos.
Teoría de la categorización del yo (Turner, 1985)
Según la Teoría de la categorización del yo (Turner, 1985) es posible que las personas acaben definiéndose a sí mismas y a otras en términos de las características de su grupo de pertenencia, olvidando su identidad personal. Este proceso se ha denominado depersonalización.
Teoría de la distintividad óptima (Brewer, 1991)
Según esta teoría, propuesta por Brewer, las personas tenemos dos necesidades opuestas que gobiernan la relación entre el autoconcepto y la pertenencia a grupos sociales, y tenemos que lograr un equilibrio entre ellas.
Las diferencias son:
- Necesidad de diferenciación: ser individuos diferenciados dentro del grupo
- Necesidad de asimilación: ser miembros que comparten características con el grupo
Por eso, las personas seleccionan identidades sociales que les ayuden a alcanzar un equilibrio entre diferenciación y asimilación. Así, una identidad óptima es aquella que satisface la necesidad de inclusión dentro del grupo, y simultaneamente satisface la necesidad de diferenciación del exogrupo.
A medida que un grupo se hace más y más inclusivo, la necesidad de asimilación se satisface, pero se activa la necesidad de diferenciación. Y lo mismo al revés: a medida que la asimilación decae, la necesidad de diferenciación se satisface, pero se activa la necesidad de asimilación.
Autoestima
La autoestima es el componente evaluativo de nuestro autoconcepto. Es decir, la autoestima es la valoración que cada persona realiza de todos aquellos rasgos y características que integran su autoconcepto.
La autoestima se puede medir con cuestionarios como la Escala de autoestima de Rosenberg:
Muy en desacuerdo | En Desacuerdo | De acuerdo | Muy de acuerdo | |
---|---|---|---|---|
En general, estoy satisfecho conmigo mismo | ||||
A veces pienso que no soy bueno en nada | ||||
Tengo la sensación de que poseo algunas buenas cualidades | ||||
Soy capaz de hacer las cosas tan bien como la mayoría de las personas | ||||
Siento que no tengo demasiadas cosas de las que sentirme orgulloso | ||||
A veces me siento realmente inútil | ||||
Tengo la sensación de que soy una persona de valía al menos igual que la mayoría de la gente | ||||
Ojalá me respetara más a mí mismo | ||||
En definitiva, tiendo a pensar que soy un fracasado | ||||
Tengo una actitud positiva hacia mí mismo |
La máxima puntuación es 40
, y la media de las puntuaciones se sitúa tanto para los hombres como para las mujeres por encima de 30
. Taylor y Brown (1988), tras una revisión de la literatura, llegaron a concluir que en general la gente tienden a sobreestimar sus cualidades positivas y su capacidad de control sobre los eventos.
Utilidad de la autoestima
La literatura en psicología propone dos teorías principales para justificar la necesidad de la autoestima.
Teoría del manejo del terror
En inglés: Terror management theory
Propuesta por Greenberg et al (1986) la Teoría del manejo del terror dice que el motivo por el que protegemos y cultivamos nuestra autoestima es el miedo a la muerte.
En apoyo a esta teoría, Greenber et al. (1992) realizaron una serie de experimentos en los cuales manipularon la autoestima para comprobar el efecto que tendría sobre el miedo a la muerte, y los resultados verificaron la teoría.
Adaptación social
Leary et al (1995) plantearon la hipótesis de que la autoestima funciona como un indicador del grado en que las personas son aceptadas socialmente, esto es, como un sociómetro.
Es decir, nuestro contexto social influiría en nosotros a través de nuestra autoestima, la cual será positiva o negativa en función de nuestro grado de pertenencia a grupos sociales. Leary y sus colaboradores platean que esta necesidad de aceptación social tiene un origen evolutivo. Por ejemplo, la exclusión social produce una disminución de la autoestima (Leary et al., 1995) y la autoestima se relaciona fuertemente con una menor ansiedad respecto al rechazo social (Leary y Kowalski, 1995).
Estrategias de protección de autoestima
Ante situaciones que la ponen en riesgo, como situaciones de fracaso, inconsistencias sobre nosotros mismos, o situaciones estresantes, tendemos a poner en marcha todo un conjunto de estrategias que nos ayuden a restaurar la autoestima.
Algunas de estas estrategias son (Hogg y Vaughan, 2010):
- Escape: retirándonos de la situación que nos ha provocado la disminución de la autoestima.
- Negación: simplemente no aceptando lo que ha producido nuestra baja autoestima
- reducir la amenaza, reevaluando aquél aspecto del yo que se ha visto amenazado y reafirmándonos en otros aspectos
- Expresión emocional: esto es, escribir o hablar acerca de los sentimientos que se han generado como consecuencia de la baja autoestima
- Atacar a la amenaza: en este caso se trata de buscar la confrontación con aquello que ha provocado la disminución de la autoestima, bien sea desacreditándolo