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Conducta antisocial

Conceptualización

La conducta antisocial y la violencia son temas complejos que abarcan una amplia gama de comportamientos y actitudes. La conducta antisocial se refiere a acciones que van en contra de las normas sociales y que pueden causar daño a otros o a la sociedad en general. La violencia, ya sea física o psicológica, implica el uso de la agresión con la intención de causar daño o intimidación. Por otro lado, la delincuencia se refiere a actos ilegales que violan las leyes establecidas por una sociedad.

Modelos explicativos

Distintos paradigmas teóricos han intentado explicar la conducta antisocial y la violencia, cada uno aportando una perspectiva única sobre las causas y los factores que influyen en estos comportamientos.

El enfoque biológico sugiere que la genética y la neurobiología juegan un papel en la predisposición a la violencia. Por ejemplo, se ha encontrado que ciertas anomalías en el cerebro, como las relacionadas con el lóbulo frontal, pueden estar asociadas con comportamientos agresivos. Asimismo, la discapacidad intelectual también se ha vinculado con un mayor riesgo de conducta violenta.

El enfoque sociológico enfatiza el papel de las influencias sociales y culturales en la conducta antisocial. Factores como la pobreza, la falta de educación, la exposición a la violencia en el hogar y las normas culturales que glorifican la agresión pueden contribuir al desarrollo de comportamientos violentos.

El enfoque psicológico se centra en los procesos mentales y emocionales que pueden llevar a la violencia. Por ejemplo, la teoría del aprendizaje social de Bandura sugiere que las personas aprenden comportamientos agresivos a través de la observación y la imitación de modelos, especialmente si estos modelos son recompensados por su conducta violenta.

Modelo de triple riesgo delictivo (Redondo, 2015)

Redondo (2015) propone un modelo de triple riesgo delictivo que integra factores individuales (incluyendo los biológicos), sociales y contextuales para explicar la conducta delictiva. Este modelo sugiere que la interacción de estos factores aumenta la probabilidad de que una persona se involucre en actividades delictivas.

Este es uno de los muchos modelos integradores que buscan explicar la complejidad de la conducta antisocial y la violencia, reconociendo que no hay una única causa, sino una combinación de factores que interactúan entre sí. En general, los modelos integradores ofrecen tres ejes principales: variables individuales, aprendizaje social y situaciones.

Factores de riesgo y protección

Los factores de riesgo de la conducta delictiva y violenta son aquellas variables cuya presencia incrementa la probabilidad de aparición de dicha conducta, mientras que, de modo contrario, los factores de protección la reducen. Estos factores pueden pertenecer al área biológica, a la psicológica y a la psicosocial-comunitaria.

La manera en la que los factores intervienen sobre la conducta delictiva se pueden explicar mediante dos modelos:

  • Modelo de vulnerabilidad: los factores de riesgo se combinan entre sí, sumando sus efectos y contribuyendo de forma aditiva a la conducta delictiva.
  • Modelo de competencia: los factores de riesgo compiten contra los factores de protección, determinando la probabilidad de aparición de la conducta delictiva.

Las intervenciones psicológicas para prevenir la delincuencia se fundamentan en el modelo de competencia. Por ejemplo el programa de Ross y Fabiano (1995) se basa en la identificación de factores de riesgo y protección para diseñar estrategias que reduzcan la probabilidad de conducta delictiva. Este programa integra ocho módulos de intervención, cada uno dirigido a un tipo específico de factor de riesgo o protección: entrenamiento en solución de problemas, entrenamiento en habilidades sociales, entrenamiento en negociación, control de emociones, etc.

Por otro lado, el modelo de riesgo, necesidades y responsividad, o RNR (Andrews y Bonta, 2010) se centra en la evaluación de los factores de riesgo y protección para diseñar intervenciones personalizadas. Este modelo propone que las intervenciones deben ser adaptadas a las características individuales del delincuente, teniendo en cuenta sus necesidades específicas y su capacidad para responder a las intervenciones.

Por otro lado, existe el modelo de no-modelo, que sostiene que no hay un modelo único que explique la conducta delictiva y violenta, sino que cada caso es único y debe ser tratado de manera individualizada.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo pueden ser de dos tipos:

  • Factores de riesgo estáticos: son aquellos que no pueden ser modificados, como la edad, el género o la historia familiar de violencia.
  • Factores de riesgo dinámicos: son aquellos que pueden ser modificados a través de intervenciones, como el abuso de sustancias, la falta de habilidades sociales o la exposición a situaciones violentas.

A continuación se presentan algunos de los factores de riesgo más comunes:

  • Personales-individuales
    • Variables socio-demográficas.
    • Bajo nivel de inteligencia.
    • Reducidos conocimientos.
    • Locus de control externo.
    • Problemas de adaptación.
    • Déficit de habilidades sociales.
    • Escasa empatía.
    • Bajos niveles de inteligencia emocional.
    • Reducido autocontrol.
    • Variables de personalidad.
    • Variables de naturaleza psicobiológica, bioquímica y neuropsicológica.
    • Trastornos mentales.
  • Sociales-comunitarios
    • Variables del contexto socio-comunitario.
    • Contexto socio-comunitario de fácil exposición a abusos, maltrato, negligencia, desamparo o situaciones violentas.
    • Pobreza, situación social desfavorecedora y altos niveles de desigualdad.
    • Variables relativas al contexto escolar.
    • Pares antisociales.
  • Familiares
    • Familias de tamaño elevado.
    • Familia desestructurada (p. e., hogar desintegrado, separación o divorcio conflictivo…).
    • Estilo de crianza y estilo educativo parental inadecuados.
    • Psicopatología en los progenitores.
    • Violencia intrafamiliar.
    • Maltrato infantil.
    • Delincuencia familiar.

Factores de protección

  • Personales-individuales
    • Manejo de estrategias de afrontamiento productivas.
    • Habilidades sociales y comunicación asertiva.
    • Locus de control interno.
    • Inteligencia emocional.
    • Capacidad empática.
    • Alta conciencia moral.
    • Autocontrol.
    • Autoconcepto prosocial y autoestima positiva.
    • Estado de ánimo positivo.
    • Pensamiento creativo.
    • Buen rendimiento escolar.
    • Vínculo positivo con el contexto académico/laboral.
  • Sociales-comunitarios
    • Grupo de pares y redes sociales con valores y normas prosociales.
    • Factores del contexto escolar (fomento de la integración e inclusión, trabajo cooperativo, valoración positiva del rendimiento y éxito académico…).
    • Variables socio-comunitarias (valores comunitarios prosociales favorables a la convención social y rechazan la delincuencia y la violencia; comunidad integrada; políticas sociales que combatan la desigualdad…).
  • Familiares
    • Apego positivo a otros significativos con valores y conductas prosociales.
    • Empleo de prácticas y disciplinas parentales de crianza positiva.
    • Estilo educativo democrático.

Delincuencia

La conducta delictiva se refiere a acciones que violan las leyes establecidas por una sociedad y que son sancionadas por el sistema legal. Esta conducta ha sido objeto de estudio desde diversas disciplinas, incluyendo la psicología, la sociología y la criminología. Si bien tiene una causa multifactorial, se pueden identificar cinco hallazgos comunes en la literatura sobre la conducta delictiva:

  • La delincuencia se aprende
  • Hay rasgos y características que predisponen a la conducta delictiva
  • Los delitos son reacciones a sentimientos de frustración, ira o impotencia; estrés y tensión.
  • Suele ir precedida de la ruptura de vínculos afectivos y sociales.
  • Es habitual que la conducta incie en la infancia o adolescencia.

Modelos de adquisición

Teoría del aprendizaje social de Bandura (Bandura, 1983)

Bandura (1983; 1987) centró su análisis en el aprendizaje a través de la observación o la imitación. Es decir, de acuerdo al trabajo de Bandura, las conductas motivadas se aprenden de forma vicaria y se almacenan en la memoria.

El experimento de bandura con niños reveló que hay tendencias innatas para la conducta, pero que estas tendencias están fuertemente influídas por lo que observan en otras personas.

El concepto de modelado, o modeling es central en la teoría de Bandura. El modelado implica que las personas aprenden comportamientos observando a otros, especialmente a aquellos que consideran modelos a seguir. Estos modelos pueden ser figuras de autoridad, como padres o maestros, o incluso personajes de medios de comunicación.

En el caso de la conducta delictiva, Bandura argumenta que las personas aprenden a delinquir observando y modelando el comportamiento de otros, especialmente aquellos que son considerados modelos a seguir. Este aprendizaje puede ocurrir a través de la observación directa o a través de medios de comunicación, como la televisión o internet. Esto se puede observar en el famoso experimento de Bandura con la muñeca Bobo, donde los niños que observaron a un adulto golpear e insultar la muñeca tendieron a imitar ese comportamiento agresivo.

Por otro lado, Bandura también destaca la importancia de las consecuencias del comportamiento en el aprendizaje. Es decir, del condicionamiento operante. Si una persona observa que un comportamiento delictivo es recompensado (por ejemplo, obteniendo dinero o estatus social), es más probable que imite ese comportamiento. Por el contrario, si el comportamiento delictivo es castigado, es menos probable que sea imitado.

Teoría del aprendizaje social de Akers (Akers, 2006)

Akers propone cuatro mecanismos a través de los cuales se produce el aprendizaje social de la conducta delictiva:

  • Asociación diferencial: te juntas más con personas que ya muestran conductas delictivas. Al convivir con ellos, aprendes sus formas de pensar y actuar.
  • Aprendizaje de valores favorables al delito: Aprendes a justificar o ver con buenos ojos el delito. Por ejemplo: “robar está bien si no tienes dinero”.
  • Razonamiento diferencial: si cometer delitos tiene consecuencias positivas, como respeto del grupo o beneficios económicos, es más probable que lo repitas.
  • Imitación de modelos pro-delictivos: observas a personas que cometen delitos y las imitas. Esto puede incluir desde amigos cercanos hasta figuras públicas o personajes de medios de comunicación.

Estos mecanismos están inter-relacionados y se refuerzan mutuamente, lo que significa que el aprendizaje de la conducta delictiva es un proceso dinámico y continuo.

Teoría de la asociación diferencial (Sutherland, 1974)

Sutherland defiende que tanto el comportamiento convencional, adaptado a la norma, como el delictivo son aprendidos. En este proceso de aprendizaje de la delincuencia se van adquiriendo las técnicas delictivas, los procesos cognitivos autojustificadores, así como la propia cultura delincuencial.

Rasgos de personalidad

Algunas teorías psicológicas sugieren que ciertos rasgos de personalidad pueden predisponer a las personas a involucrarse en conductas delictivas.

Teoría de la personalidad criminal de Eysenck (Eysenck, 1970; 1978; 1981; 201)

Hans Eysenck (1970; 1978; 1981; 2013) propone que la personalidad criminal se puede entender a través de tres dimensiones principales: extraversión, neuroticismo y psicoticismo. Según su teoría, las personas con altos niveles de psicoticismo son más propensas a involucrarse en conductas delictivas debido a características como la impulsividad, la falta de empatía y la tendencia a buscar sensaciones. Asimismo, la alta extraversión y el alto neuroticismo también pueden contribuir a la conducta delictiva, ya que estas personas tienden a ser más impulsivas y menos capaces de controlar sus emociones.

Esta teoría tiene justificaciones biológicos, aunque Eysenck también reconoce la influencia del entorno social y cultural en el desarrollo de la personalidad criminal.

Estrés y tensión

La relación entre el estrés, la tensión y la conducta delictiva ha sido objeto de estudio en diversas teorías psicológicas. Estas teorías sugieren que la delincuencia puede ser una forma de lidiar con el estrés y la tensión emocional.

Teoría de la frustración-agresión (Dollard et al., 1939)

La teoría de la frustración-agresión, propuesta por Dollard y sus colegas en 1939, sostiene que la agresión es el resultado de la frustración. Según esta teoría, cuando una persona se enfrenta a un obstáculo que impide alcanzar sus metas, puede experimentar frustración, lo que a su vez puede llevar a la agresión como una forma de liberar esa tensión. Es decir, la agresión produce un efecto catártico, aliviando la frustración y permitiendo a la persona sentirse mejor.

Teoría general de la tensión (Agnew, 1992)

La teoría general de la tensión, desarrollada por Robert Agnew en 1992, amplía la teoría de la frustración-agresión al proponer que la tensión no solo proviene de la frustración, sino también de otras fuentes, como la pérdida de relaciones positivas o la exposición a situaciones negativas.

Según Agnew, estas tensiones pueden llevar a las personas a involucrarse en conductas delictivas como una forma de hacer frente a sus emociones negativas.

Si la delincuencia tiene una función catártica, la teoría de Agnew sugiere que las personas pueden recurrir a la delincuencia como una forma de aliviar el estrés y la tensión emocional. Esto puede incluir desde delitos menores hasta actos de violencia más graves.

Relaciones sociales

Las relaciones sociales juegan un papel crucial en la conducta delictiva y violenta. Las teorías que abordan este aspecto se centran en cómo las interacciones sociales y los vínculos con otros pueden influir en la propensión a cometer delitos.

Teorías del control social

Las teorías del control social se centran en cómo los factores sociales y las relaciones interpersonales influyen en la conducta delictiva. Estas teorías sugieren que la falta de vínculos sociales y el debilitamiento de las normas sociales pueden aumentar la probabilidad de comportamiento delictivo.

Teoría del arraigo social (Hirschi, 1969)

La teoría del arraigo social, propuesta por Travis Hirschi en 1969, sostiene que las personas que tienen vínculos sociales fuertes y positivos son menos propensas a involucrarse en conductas delictivas. Según Hirschi, hay cuatro mecanismos de vinculación que pueden proteger al individuo de realizar conducta antisocial:

  • Apego a personas significativas: la vinculación con referentes convencionales promueve la integración social y el desarrollo de la conciencia moral.
  • Participación en actividades sociales convencionales: incrementa el compromiso social y el aprendizaje de valores y técnicas proclives a la conducta prosocial. Además, paulatinamente la persona va adquiriendo un rol dentro de la estructura social.
  • Compromiso social: a mayor compromiso social, mayor será el coste percibido de la conducta delictiva y antisocial.
  • Creencias favorables a las normas convencionales: una actitud positiva de la convención social protege de la desviación, y asume que la conducta prosocial reporta más beneficios que la delincuencia.
Tipos de control social (Laub y Sampson, 2003)

Laub y Sampson (2003) proponen los vínculos sociales como un factor clave en la prevención de la delincuencia. Según su teoría, hay dos tipos de control social:

  • Control social informal: se refiere a la influencia de las relaciones interpersonales y las normas sociales en la conducta delictiva. Por ejemplo, el apoyo de amigos y familiares puede disuadir a una persona de cometer delitos. Son relaciones creadas para otros fines, pero que pueden influir en la conducta delictiva.
  • Control social formal: se refiere a la influencia de las instituciones sociales, como la escuela, la iglesia o el sistema legal, en la conducta delictiva. Estas instituciones establecen normas y sanciones que pueden disuadir a las personas de cometer delitos.

Teorías integradoras

Teoría integradora del potencial antisocial cognitivo (Farrington, 2010)

Farrington (2010; 2020) propone una teoría integradora que postula que todas las personas tienen un potencial antisocial. Este potencial puede ser activado por factores de riesgo y protegido por factores de protección. Sin embargo, al margen del potencial, algunas personas toman la decisión de cometer el delito.

El potencial antisocial está determinado por tres factores principales:

  • Procesos energizantes, como el deseo de bienes materiales, el consumo de sustancias, la búisqueda de sensaciones o la necesidad de reconocimiento social.
  • Procesos que orientan la conducta hacia la conducta antisocial, como la falta de habilidades sociales, la baja empatía o la impulsividad.
  • Falta de factores de inhibición, como el autocontrol y la capacidad para resistir impulsos.

Por su parte, la decisión de cometer un delito está influenciada por factores como la oportunidad, la presión social y las creencias sobre las consecuencias del delito.